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Se me ha
brindado la posibilidad de colaborar en la revista Filomúsica y lo hago gustoso, aunque
con el peligro de olvidarme cosas en el tintero. Escribir sobre un instrumento tan
complejo como es el órgano no es nada fácil. Son muchas las secciones que encierra el
universo de este instrumento: su historia, tipos de órgano, el órgano centroeuropeo (con
sus escuelas), el órgano en la Península Ibérica (con el Órgano catalán y
el Órgano castellano), su rol en la Liturgia, organeros, compositores,
literatura, épocas
Realmente un macrocosmos que puede acarrear un sinfín de
problemas al sintetizarlo.
Creo que
recordar nuevamente que el órgano es un instrumento de viento con juegos de tubos que,
pulsadas unas teclas, cantan al soplo del aire producido por fuelles, y más tarde por un
ventilador eléctrico, no nos vendrá nada mal. Por juego se entiende una hilera de tubos
de las mismas características sonoras, e igual en la forma y en la intensidad y que se
corresponde a todas las notas cromáticas del teclado, o en parte. |
El órgano tiene de uno a dos teclados, o más, y éstos son cortos en
extensión, 56 notas (De Do1 a Sol5) normalmente; los hay de 45, 51,
o 61 notas, y están dispuestos de forma escalonada: uno encima del otro. Dispone además
de un teclado que se toca con los pies y que hoy en día tiene la extensión estandarizada
de 30 notas (de Do1 a Fa3); los hay de 27 y de 32.
Antiguamente algunos órganos tenían la octava corta y un reducido número
de pedales (unos botones, tarugos), que quedaron suplantados por pedales en teclado que,
más tarde, vistieron los organeros. Los teclados que se tocan con las manos reciben el
nombre de manuales y el de los pies pedalero. Normalmente los teclados se
acoplan al Órgano Mayor, y se enganchan al pedalero, con la finalidad de
poder hacer sonar juegos de otros teclados simultáneamente. El órgano, dicho sea de
paso, es el instrumento polifónico por antonomasia. |
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Los tubos,
dispuestos conforme a sus específicas condiciones sonoras y agrupados por familias,
están ubicados en diferentes cotas, por pisos, como en los órganos centroeuropeos y
catalanes, u orientados a las diferentes naves de los templos: las catedrales españolas,
sin ir más lejos. Cada uno de los teclados responde a una parte del órgano y cada uno de
ellos es, en síntesis, un órgano distinto dentro del conjunto que configura el
instrumento. De esta guisa se llega a la conclusión que los teclados no se diferencian
entre ellos por la cantidad y tesitura de los registros, sino por el lugar que ocupan
dentro del órgano: por su ubicación. Tampoco es única la razón de la intensidad
(fuerza sonora), sino y en gran medida de planos fónicos, de contraste y de
relieve, facultad que organistas y directores de coros y de orquestas deberíamos saber
muy bien. |
Cada teclado recibe un nombre característico en consonancia a sus propiedades.
Cuando nos referimos al Órgano Mayor o Gran Órgano, es el teclado
principal del instrumento donde se han reunido juegos de buena presencia tímbrica,
opuesto a la Cadereta o Positivo, (término que significa órgano pequeño,
y que en el caso de la Cadereta está situada a la espalda del organista), y que
generalmente contiene juegos de talla más pequeña; tímbricamente resultan más
vivarachos metafóricamente hablando. Otro teclado recibe el nombre de Expresivo.
Se trata de un cuerpo con juegos de carácter diferente a los del Órgano Mayor y
del Positivo, y de estética romántica; acostumbran a estar recogidos
en una caja con una celosía, o persiana, que el organista abre y cierra voluntariamente a
través del pedal de expresión, y que le permite hacer reguladores
organísticos. Por lo que se refiere a los manuales, podemos apuntar, aun, un
cuarto teclado: los Ecos. Dicho teclado también puede estar dentro
de una caja, el Arca de Ecos, o no. El organero coloca este cuerpo
estratégicamente en un lugar bien pensado, con la finalidad de que sus voces suenen
lejanas. Si el teclado de Ecos es expresivo, a saber que permita hacer gradaciones
de intensidad, la caja puede abrirse y cerrarse de forma similar al Expresivo.
Finalmente llegamos a los juegos del Pedal
que suenan accionados por el pedalero. Son los más profundos del instrumento.
Pueden ser muy suaves y discretos, o de gran vigor sonoro; todo dependerá de los timbres
que haya elegido el organero, de acuerdo con las dimensiones del instrumento, dimensiones
que casi siempre son las apropiadas a la capacidad del espacio donde se ubicará el
órgano. Los tubos del Pedal están aderezados a los lados del órgano y en su
parte trasera.
El organista selecciona los
sonidos por los registros que tiene a su entorno: a los laterales de los teclados (o
encima de ellos) y presentan formas distintas: tiradores, palancas, lenguas de
gato, placas, botones, etc. Teclados, pedal y registros se hallan situados en la
consola, que es precisamente el lugar donde se organiza la música. Ésta puede ser
de ventana, de manera que el organista toca de cara al órgano en el
cuerpo central del instrumento o en forma de pupitre situada de cara, de espalda,
cerca o lejos del órgano.
Se distinguen tres tipos de
órgano que determinen su historia: el Portátil, el Positivo y el Gran Órgano. Hay que
entender por Gran Órgano instrumentos de considerables proporciones, a fin de no
confundirlo con su homónimo: el teclado principal.
El Portátil es un instrumento de
pequeñas dimensiones que puede transportarse (llevarse, portarse) con suma facilidad (de
ahí el nombre). Sujetado por una correa que pasa alrededor del cuello del organista, o
bien apoyado sobre sus rodillas, es el mismo ejecutante quien acciona el fuelle con la
mano izquierda mientras que con la derecha hace sonar los pocos tubos que contiene, a
través de unos botones, que más tarde fueron reemplazados por un teclado proporcionado a
este órgano. El instrumento resultó ser muy ventajoso para sostener cantus
firmus y, a la vez, permitía ejecutar pequeñas melodías o glosas. Fue de gran
utilidad en procesiones por la facilidad de su transporte. Este órgano fue arrinconado
después del Renacimiento, aunque hoy en día se construyen para la práctica de la
música antigua cuando se quiere interpretar con criterios históricos. El juego de este
órgano acostumbra a ser una Quincena.
El Positivo, de proporciones
justamente mayores que las del Portátil, posee más juegos de tubos y su teclado ya está
más acrecentado. Su transporte resulta, como es natural, más aparatoso. Se coloca en el
suelo, directamente, o se pone sobre una mesa (tabla). También se podía montar en un
carro, si era necesario, para las procesiones o cortejos de otra constitución. El
Positivo gozó de gran consideración, convirtiéndose en el instrumento de la nobleza y
de la burguesía. En la Iglesia encontró su emplazamiento, como órgano de coro. Para
poder hacer cantar este órgano era menester la asistencia de una persona que
se hiciera cargo del fuelle; el organista tocaba con ambas manos. Hoy el Positivo, a
diferencia del Portátil, lleva incorporado su ventilador eléctrico. También este tipo
de órgano cayó en el olvido, al ser depuesto por los clavicémbalos, clavicordios y
pianofortes. En la actualidad Positivos se
vuelven a construir, tanto por la interpretación de la música antigua, como por la
conveniencia del bajo continuo. Como instrumento doméstico que fue, se le
conoce igualmente como órgano de cámara. El Positivo desapareció, cierto,
no obstante quedó incorporado como segundo teclado, segundo en oposición al Órgano
Mayor, en los órganos grandes.
La evolución hacia la
construcción del Gran Órgano fue lenta y resultó ser un gran paso en la organería;
nuevos elementos mecánicos en la transmisión entre las partes de la consola
teclados y registros y los secretos con su complejidad y los tubos que a
él se encajan formaron parte del órgano, expuesto de una manera diligente y sin
querer entrar demasiado en este componente, por hallarse en un labrantío más propio de
organeros que de organistas.
La parte
sonora del órgano son los tubos (en España se les asignó el nombre de
caños y en Cataluña canons). Cada tubo da una sola nota que
irrumpe con el ataque, un fragor que no un sonido. Su duración es breve y se
deja oír evidentemente antes de generarse el sonido estacionario (el sonido propiamente),
con todos sus concomitantes. Sería imperdonable no decir que el ataque, que a más de uno
les hace el efecto de un defecto, es de tanta importancia que condiciona concluyentemente
el timbre de cada instrumento y, centrados en el órgano, de cada juego. Los tubos están
afinados en conformidad con un temperamento.
Los
secretos, (preferentemente de corredoras) tienen como misión recibir el aire y repartirlo
a los diferentes juegos de tubos. Estas partes (tubos, secretos, y todos los artificios
que hacen el viento) están instalados dentro del instrumento. |
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Existen
dos especies de tubos: los de boca, o labiales, y los de lengüeta. La unidad de medida de
la altura del sonido, y que actualmente se hace servir internacionalmente, es el pie
(1= 33 centímetros). En la Península Ibérica, antiguamente, los tubos se
mensuraban con palmos (unos 20 centímetros). El timbre de los tubos depende de su talla,
pero la calidad sonora no esta dependiente únicamente de la talla; también lo está en
la anchura de la boca, a su altura, a la posición del bisel, al diámetro de abertura del
pie del tubo, a la presión del viento y, por añadidura, al material. Para la
construcción de los tubos se sirven del metal y de la madera. Su armonización es una
tarea laboriosa; el organero tiene que dar a cada uno su carácter, su personalidad. Los
tubos de madera suelen ser de pino. Los de metal son una aleación de estaño y plomo. Una
aleación rica en estaño da un sonido mucho más radiante que no el que tiene más plomo.
El cinc no es de mucha calidad; con todo algunos organeros lo emplean para juegos muy
graves. |
Los tubos
como se ha dicho anteriormente están agrupados por familias de acuerdo con
sus características. Las familias que conforman los juegos de fondo son cuatro: Flautados
(Principales) que están en la cara o fachada del órgano, las Flautas, los Bordones y las
Gambas. |
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Las
Mutaciones son juegos de tubos que hacen oír un armónico. Tomando como base el DO de un
tubo abierto y de altura real de sonido, (una Flauta de 8 por ejemplo y al que
llamamos sonido fundamental o generador) aparecen los armónicos a los que se les asigna
un número. Los sonidos 3 SOL (quinta), el 5 MI (tercera), el 6 Sol (quinta) y 7 SI b
(séptima disminuida) proporcionan una ingente riqueza al sonido fundamental. Si
tomamos como base un tubo de 8 altura real, un DO como fundamental el sonido 2 DO es
cantado por un tubo dos veces mas corto, de 4, y suena una octava superior. El
sonido 3 SOL es cantado por un tubo tres veces más corto, un 2 2/3 y suena la
quinta justa del precedente. El sonido 4 DO es la cuarta justa del precedente y es un tubo
de 2. El sonido 5 MI suena una tercera mayor del sonido 4 y es un 13/5. El 6,
un SOL de 11/3, suena a la octava del sonido 3 y una quinta justa del 4. El sonido 7
SI b de11/7 es una séptima menor de DO y una tercera menor
del sonido 6. El sonido 9 RE, 8/9 es una tercera mayor del so 7 y una novena Mayor
del Do 4. |
Las
Mixturas, (Lleno, Compuestas, Címbala, Cimbalillo, Cimbalete, Corona, Fornitura...), son
varias hileras de tubos por punto (tecla) que cantan coincidentemente. El Lleno unido a
los fondos, constituye el sonido más característico del órgano el más
luminoso y es de la familia de los Principales. Dom Bédos lo describe
de esta manera: Tout ce quil y a de plus harmonieux dans lorgue, au
jugement des connaisseurs et de ceux qui on du goût pour la vraie harmonie, cest le
Plein-Jeu, lorsquil est mélangé avec les fonds qui le nourrissent dans une juste
proportion. |
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El Corneta
es un juego de una riqueza armónica extraordinaria, que inicia en el Sol2 , en
el Do3, o en el Do#3. Consta de varias hileras de tubos por punto.
Sus tubos están ajustados en un secreto propio, y colocados en una plataforma tras la
fachada principal. Tanto por su ilustre emplazamiento todo un lujo como por la
belleza de sus voces, se le confiere la importancia de solista. Y, como que está pujante
por Flautas y Nazardos, su sonido es redondo y de una sublimidad inefable. Se
podría también escribir acerca de la Sesquialtera, la Tierce, la Septinona
(de creación más moderna, atrevida en extremo, y de una belleza nada
corriente en su cantar) y de cada uno de los Nazardos (cuyo sonido está bien conformado y
son de una dulzura lastimera y primorosa), pero sus peculiaridades tímbricas han quedado
suficientemente clarificadas al tratar de los armónicos. |
Los tubos
de lengüetería comprenden diversas partes y se clasifican en dos secciones: juegos con
resonador largo y juegos con resonador corto. El aire que entra por el pie del tubo pone
en movimiento, en vibración, una lengüeta y emite el sonido; el resonador lo amplifica.
También para estos juegos se utiliza la madera y el metal.
El teclado
es el órgano que establece la cohesión entre intérprete e instrumento. Si el órgano es
de transmisión mecánica, (existen, además, las transmisiones neumática, tubular y
eléctrica) el teclado dispensa un tañer directo, e interpreta con la máxima exactitud y
observancia la técnica del toque y, por ella, el decir del organista, quien
tiene siempre el control absoluto de los ataques y de los dejes. El organista,
por lo tanto, tendrá que abrir las válvulas del secreto venciendo la presión del soplo
que actúa en ellas. En el teclado se pueden ejecutar picados y ligados
(cuando el compositor o la pieza lo requiere), aun siendo el articulado el estilo más
puro y que crea una infinidad de matices imposibles de analizar, en expresión del maestro
P. Gregori Estrada, del monasterio de Montserrat en Cataluña. Una lectura celosa y atenta
del texto musical ayudará al organista a optar por los timbres más apropiados, al
unísono con la obra y su carácter. El timbre (el color) también está a la
prestación de la composición del texto musical, y puede favorecer la
retórica. Como es natural, este articulo no puede dar cabida al electrófono,
mal llamado órgano electrónico, por la razón que ni tan solo se acoge a la
definición de órgano.
Hoy, que
son cada vez más los músicos que se sienten atraídos por el órgano, la Iglesia de
nuestro país continua abandonando los órganos a la suerte de falsos organistas,
pianistas o músicos de otros instrumentos, que se brindan, o hacen que se
brinden la misma Institución, cuando no paran de suplicar tanta
colaboración y participación al laicado a tocar el órgano a las misas y a
todo tipo de funciones, religiosas y permítanme poderlo escribir sin ánimo de
polemizar, tan solamente por poner en conocimiento, una vez más si cabe, una realidad
más que tangible. Unos y otros ignoran (y es preferible decirlo de este modo, antes
que creer que esta forma de actuar es por pura inconsciencia: el asunto sería más grave)
que es una obra de arte y de ingeniería el órgano la que no está en
absoluto saliendo bien parada, cuando detrás de un órgano no hay ningún profesional del
instrumento que pueda ejercer, como mínimo, la tutela, y el cuidado. Los representantes
eclesiásticos que actúan de esa forma -y si actúan así es por la razón que creen que
saben de todo, ostentan el engreimiento más infecundo y atrevido: ¿la ignorancia? El
órgano, y por lo que se ve habrá que repetirlo hasta la saciedad, nada tiene que ver con
ningún instrumento, y tampoco con el piano.
El
órgano, hay que volver a insistir, es un instrumento de viento, como también lo son el
armonio, el oboe o la trompa, por poner ejemplos de aerófonos, pero con técnicas de
aprendizaje y ejecución completamente distintas. El piano es un instrumento de cuerda, de
teclado. Sus cuerdas son percutidas; a ver si queda lo suficientemente claro (me temo que
no servirá de mucho). Otra realidad: cuando se solicita de un cura párroco (siempre
generalizando, pues todavía, a Dios gracias, los hay con mucha sensibilidad) que habría
de afinarse el órgano o hacerle un buen repaso, o llevar a cabo tal y tal reparación, o
cambiar los teclados que, con el tiempo se han ido gastando, la respuesta acostumbra a
ser: no hay dinero o, si se prefiere más diplomáticamente: es que es
tan caro
.
El
órgano, señores, también es una máquina. Una maquina sofisticada y compleja como toda
obra de ingeniería (ni que las dimensiones de un órgano sean pequeñas), que emite
sonidos. De las máquinas, sobretodo si son de ellos, que no patrimonio de la Iglesia,
bien que se ocupan. El mantenimiento de un órgano tendría que realizarse a lo mínimo
una vez al año. Si en el Renacimiento y en el Barroco, las épocas de mayor esplendor del
instrumento rey, y más adelante, al inicio del Romanticismo, con Félix
Mendelssohn, o ya en el bien entrado Romanticismo con Johannes Brahms o Anton Bruckner,
los responsables eclesiásticos hubiesen actuado como muchos de hoy, no nos hubieran
llegado los órganos que denominamos históricos. Ni los que hay en la Península, ni los
Silbermann de la región alsaciana. No olvidemos nunca que un órgano
histórico no existe. Un órgano se vuelve histórico con el correr de los años.
Hay que
señalar que todos los compositores que actuaron como organistas y maestros de órgano, lo
fueron en unos momentos en los que la figura del organista era, existía. Y lo era (de
organista) con toda dignidad, con toda facultad, con sus deberes y derechos; con su
contrato y con su sueldo. Un sueldo que no tenía el cariz de servicio o de
simple colaboración. Su salario no era una limosna: vivía de su oficio.
El órgano es el instrumento amado de la
cristiandad occidental, que no únicamente de la Iglesia Católica (Bach era una cristiano
muy sincero de la iglesia del reformador Martín Lutero) y
en algunos países, como Alemania,
donde a sana competitividad también ha
entrado en las confesiones, son totalmente conscientes de esa predilección. Los organistas
hoy y allí son todavía organistas que ejercen su profesión. Donde hay organista (y puedo afirmar que, en la
práctica, es en todos los sitios, puesto que si en una ciudad o pueblo no lo hay y existe
un órgano, el Ordinario o la autoridad eclesiástica designa organista a uno de los aledaños) nadie se presta a tocar misas y oficios, o a tocar la boda
o el funeral de un amigo, o de un familiar, (forma tan enraizada aquí). En
aquel país, y en extranjero en general, ni se les pasa por la cabeza. En la más humilde
de las iglesias de un pueblo (y por pequeño
que sea uno se puede encontrar con sorpresas tan agradables como un órgano del año 1750
en Burgpreppach, o del 1770 en Sambleben) está el organista, un profesional del órgano
titulado por la autoridad eclesial, con su contrato y un salario que tampoco es
testimonial. Este tema, ¿cuándo dejará de ser un problema en España?
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